25 de junio de 2009

Mini Ficción Es

En la corte de Camelot

Arturo, a instancias de Mordred, irrumpe en los aposentos de la reina para descubrirla frente a Lancelot, sobre el alfeizar de una ventana, en postura poco decorosa.
Conocedora de que eso podría significar su muerte, Ginebra exclama: “¡No insista Lancelot, no nos conocemos lo suficiente como para almorzar juntos!”


Excesos

Cronos, impaciente, mordisqueaba una ramita de apio. Era su primer pecado desde que Asclepio le diagnosticara, hacía poco más de nueve meses, sobrepeso provocado por una alimentación rica en ácidos grasos. Aunque, en verdad, no podía precisar si la causa de su desazón era la ramita en cuestión o el retoño que en breve pensaba llevarse a la boca.


Víctima inocente

Tomó tanto impulso antes de lanzar el puño hacia su contrario que dejó K.O. a uno de los espectadores de la primera fila.


Muerte infusa

De pequeño gustaba de mirar la luna y poner cabezas de escarabajo a las lagartijas. Cuando aquellas travesuras le aburrieron especuló con la idea de llegar a ser algún día un eminente cirujano.

Una oscura mañana de enero decidió comprobar la creencia que había crecido con él. Preparó el instrumental, los sedantes y, en aquella habitación iluminada por su infantil luna llena, se puso manos a la obra. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando trepanó el cráneo, otro cuando, valiéndose de aquel agujero como punto de inicio, puso en marcha la sierrecilla eléctrica con la que levantó literalmente la tapa de los sesos.

Lo encontraron en el suelo con un rictus de decepción en su cara. La sangre aún manaba de su difunto talento.


Enigma

El vacío que reina en el interior de la decrépita mansión amplifica la estridente risa, mientras los lugareños, atrincherados en sus jacales, se estremecen de terror. Una risa que se balancea en el aire al tiempo que su emplumado autor se recrea, orgulloso de sí mismo, en el placer repetitivo de los primeros sonidos pronunciados.


Sorpresa

Cuando el seductor tuvo, al fin, acceso al deseado tesoro que ella escondía entre sus muslos, se quedó petrificado.
Días atrás, Gorgona Medusa decidió poner fin a su maldición escondiendo aquella maraña de serpientes, y su cabeza, entre las piernas.


De risas y risas

Voltea, se mira al espejo y lanza una risita apenas audible. Frunce el ceño y se aleja. Unos pasos más allá se detiene, gira, pone pose y observa con detenimiento su reflejo en la pulida superficie. Mantiene la postura, sonríe con timidez, sus ojos se iluminan, la sonrisa pierde vergüenza, se aclara la garganta y…

Y pensar que hace un instante, un rostro sin rastro de arrugas a cambio de reír como hiena, no le pareció tan mal negocio.


Y los sueños… ¿Sueños son?

Sonrió, al despertar, tras una noche increíble de viajes intergalácticos, descubrimiento de nuevos planetas, encuentros con otras civilizaciones.

No vería los titulares de prensa que llenaron los kioscos aquel día: "Astronauta y nave espacial se pierden en el espacio. Nuevo fracaso en la Conquista del Universo". Perdido en el espacio nunca podría gritar al mundo que había conquistado el infinito.


Haute couture

Centenares de ángeles aguardaban expectantes mientras Yahvé se preguntaba cómo se había dejado convencer. Cuando se abrió el telón y seis arcángeles minifalderos, con escotes de vértigo, medias de seda y zapatos de tacón se dirigieron contoneándose hacia Él, comprendió su error. La gota que colmó el vaso: ver a la multitud jaleando a Sealtiel que vestido de novia cerraba el desfile lanzando pétalos de rosa.


Trick or treat?

Se propuso conseguir golosinas y bizcochitos a cualquier precio.
Vestida de repelente niña Monster aporreó con descaro la puerta de la casa de su primera víctima pero sus voluptuosas curvas de mujer resultaron difíciles de disimular bajo aquel minúsculo traje.


Ficción máxima

Desoyendo las palabras de aviso manuscritas en la portada, abrió el libro.

Primero escuchó un leve tintineo. A continuación, las ventanas de su cuarto se abrieron de golpe y un par de patos atravesaron cual flechas la estancia, succionados por el libro. Tras ellos, el caniche del quinto, un banco del parque, dos niños sentados en un pony de feria, una silla de barbero —cliente incluido— y su madre, con cara de espanto, gritando algo que le sonó a reprimenda seguida de amenazas de castigo.

Para cuando quiso reaccionar, el mundo entero había pasado ante sus ojos y él volaba también rumbo al espacio exterior.

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